Samsara

Samsara es un término sánscrito que significa «dar vueltas», rueda del
eterno retorno donde las experiencias se proyectan en el espacio-tiempo para salvaguardar la continuidad. Samsara es, por consiguiente, periodicidad, ciclos sujetos a máximos y mínimos donde el alma ensaya en su personaje con el fin preciso de una oportuna trascendencia.



 Lo que no trascendemos impresiona al inconsciente, permaneciendo en
frecuencias bajas de energía que mueven la serie de hábitos y círculos viciosos con los que condicionamos la existencia.

La ley de biorritmos genera constantes ciclos biológicos que están
íntimamente relacionados con aquellos procesos caracterológicos y personales mediante los cuales el ser humano muta sus energías para que pueda producirse la oportuna traslación, destinada a reformar de continuo nuestra naturaleza anímica.

El compás de la salud y la enfermedad, las situaciones de alegría y
tristeza, de euforia y anhelo, como de desgana y pasividad, se producen con el exclusivo propósito de ajustar el inconsciente: un depósito de aspectos inconclusos que caracterizan permanentemente la realidad anímica que todo individuo conforma en su campo astral.


Del inconsciente, podríamos decir, empujan hacia la vida toda una serie
de posibilidades, tanto fisiológicas como psíquicas y emocionales, destinadas a completar aspectos no resueltos y aprendidos, permitiendo con ello que nuestra alma se constituya gracias a la actividad consciente que podremos, tarde o temprano, desarrollar.

De la misma manera que el Universo pasa por periodos de actividad y
reposo, que la naturaleza, toda ella, requiere de ciclos dinámicos como de otros pasivos que favorezcan su regeneración vital; de la misma manera que la noche sucede al día y la muerte a la vida, el vaivén humano necesita en sus procesos metabólicos continuos ritmos que compensen la serie de alternancias que marca la personalidad.

En este sentido, el carácter constructivo y destructivo de la vida
(anabolismo y catabolismo) ya indica cómo lo biológico precisa de una
alternativa magnética que equilibre sus procesos vitales, lo que nos daría a entender que el ser humano se encuentra más disponible para abordar ciertas actitudes o encarar circunstancias adversas según sea la curva de biorritmos por los que pase.


Ya Hipócrates observaba el carácter rítmico de algunos trastornos,
recomendando a sus pacientes hábitos regulares que tendieran a compensar la desproporción energética que acusa el Cuerpo Vital. Más recientemente el profesor vienés Swoboda establece dos periodos básicos de 23 y 28 días para la Ley de biorritmos, llegando a diseñar una tabla periódica que concretara tanto los días excelentes como los críticos por los que pasa cada persona. 

Con posterioridad Alfred Teltscher señala tres parámetros concretos que llegarían a afectar a la conducta humana

a) El ciclo físico de 23 días de duración.
b) El ciclo emocional o sensitivo de 28 días de duración.
c)El ciclo intelectual de 33 días de duración




Periodos todos ellos comprendidos desde el instante mismo del
nacimiento hasta la propia muerte y que determinan distintas curvas de estados  álgidos y depresivos, donde los tres centros se encontrarían más o menos receptivos.




Del libro SAMSARA ES
TIEMPO


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